19 junio 2012

Dos años sin Saramago

Al día siguiente no murió nadie. Así empieza “Las intermitencias de la muerte”, novela de 2005, aunque desgraciadamente hace dos años esta sentencia no se cumplió. Un 18 de Junio de 2010 a las 12:30 horas, moría en su casa de Lanzarote el escritor portugués José Saramago. De aquel día recuerdo los telediarios, mi novia abriendo urgentemente “Ensayo sobre la ceguera” y las llamadas de los amigos: aún no me lo puedo creer, me dijo uno de ellos. Pero era cierto: aquel día sí murió gente, como todos los días, como siempre desde que el mundo es mundo; aquel día, a los 87 años, murió José Saramago.

No me acuerdo de su última aparición pública, pero sí tengo en la memoria su visita a Aminatu Haidar para apoyar su lucha y su huelga de hambre en favor de la independencia del pueblo saharaui, o unos años antes, cuando el Subcomandante Marcos se plantó en la Cámara de Diputados de Ciudad de México a exigir derechos e independencia para los indígenas de Chiapas, y allí estaba el escritor luso, apoyando y aplaudiendo al encapuchado revolucionario. Uno necesita vivir con unas coordenadas, una coherencia. Es incómodo, pero no pago altos precios. Claro que hay consecuencias y sé que las tengo por decir lo que pienso. Pero yo no puedo callarlo, sólo porque habrá consecuencias. Su valentía, esa coherencia entre pensamiento, palabras y hechos hicieron de él una persona distinta, necesaria y casi imprescindible para todos aquellos que preguntábamos, que no creíamos en verdades reveladas, que queríamos saber. Cuanto más viejo más libre y cuanto más libre más radical. Porque Saramago, ante todo fue un ser humano libre, y fue esa libertad la que le llevó a escribir “El evangelio según Jesucristo”, libro por el cual se tuvo que exiliar de Portugal o su última novela de 2009, “Caín”. Inolvidable la frase final de la primera, con Jesús agonizando en la cruz y exclamando: “Hombres perdonadle, porque él no sabe lo que hizo”, o este párrafo de la segunda: “El señor está loco, porque sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser el culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese pasado, salvo que, y pudiera ser, no se tratara de locura, la involuntaria, la auténtica, sino de pura y simple maldad”. Esta libertad y sus críticas a la Iglesia Católica y sus jerarquías le acarrearon un odio feroz de la misma, con persecuciones y presiones que como ya he dicho más arriba, finalizaron con su marcha de Portugal para instalarse en Lanzarote. Ni en paz ni en guerra; si Dios no existe, que es lo que yo creo, no puedo estar en guerra con la Nada, dijo con la lucidez que le caracterizaba.

En 1998 le dieron el premio Nobel de Literatura (Sí, tengo el Nobel, y qué?) porque, no olvidemos, José Saramago fue un maravilloso escritor, uno de los mejores: votos masivos en blanco, la península ibérica desgajada de Europa navegando a la deriva por el océano, una inexplicable ceguera mundial o la repentina inmortalidad de la población, son sólo algunas de las increíbles historias que el escritor portugués inventó para nosotros, porque como él decía: Yo no escribo para desagradar, sino para desasosegar.

Dos años sin Saramago. Y el mundo igual, quizás peor, seguramente más cruel, girando y girando, ahogando el grito agónico de los que sufren, los de abajo, los de siempre, los que llenaban sus páginas. Se fue y ya no está, y a los que seguimos aquí, a los que le echamos de menos, quizás sólo nos quede militar: militar en la vida, militar en el compromiso y, como dice su mujer Pilar del Río, militar en Saramago.

"Creo en las generaciones. Creo que hay generaciones capaces de crear, de generar y de construir. Si la generación a la que vosotros pertenecéis es capaz de tomar la decisión de reaccionar y de expresar las dudas que hay que mantener vivas, porque la seguridad es engañosa, podréis ser una de las generaciones necesarias. Yo no creo que la literatura salve nada, porque si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. Todo eso quedó en el pasado y no cambió nada”.
Descanse en paz, maestro.



*Extracto muro  homenaje a Saramago
 

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